"Deberiamos cambiar la forma
de medir nuestro tiempo,
pues mucho del mismo ni si quiera nosotros
recordaremos que existio.
La vida no se mide por las veces que respiramos,
sino por los momentos que te dejan sin aliento"
Hace mucho tiempo,
un viajero paró en un pequeño pueblo
de un país centroeuropeo.
Paseando por sus calles preguntó a varias personas
por algún lugar curioso o hermoso
que pudiera visitarse en la zona.
Todas le contestaron que no dejara de ir al cementerio.
El viajero se quedó un tanto asombrado,
pero antes de retomar su camino,
se acercó al camposanto,
un poco alejado de la población.
Cuando entró se sintió decepcionado.
Era un cementerio como cualquier otro,
lleno de lápidas y flores.
Pero caminando por sus estrechos paseos
comenzó a fijarse en las lápidas
y las fechas que había escritas en ellas.
Cuanto más miraba, más se asombraba.
En una ponía: 8 años , tres meses y un día.
En otra cinco años, diez meses y seis días.
Más allá las lápidas mostraban edades pequeñas,
algunas incluso anotaban las horas
y los minutos de vida del difunto.
Asombrado, fue a buscar al sepulturero,
que lo había estado observando desde que entró en el cementerio.
-Perdóne -le preguntó-
¿Cómo es que en este pueblo muere la gente tan joven?
Casi todos parecen niños.
¿Acaso entierran a los adultos en otro lugar?
-No -le respondío con una sonrisa el encargado
-Los números que usted ha leído no son los años de vida,
sino el tiempo de felicidad que ha vivido el difunto.
Ante la cara de estupor del viajero,
el sepulturero le explico que en aquel pueblo
todo el mundo tenía por costumbre anotar
en un cuaderno los momentos felices
que había vivido en su vida,
contando cuidadosamente minutos, horas, dias...
Al final de su vida se contabilizaba todo ese tiempo
y se escribía en su lápida.
Así, las personas eran recordadas por su capacidad de ser felices.
-Entonces, ¿las lápidas en las que apenas ponen algún día
o alguna hora son de gente que ha sido desgraciada toda su vida?
-¡Oh, no! Esas son las de los niños.
A ellos, desde que nacen,
sus padres les abren el cuaderno
y les van apuntando los momentos felices
hasta que ellos mismos son capaces de hacerlo.
Por eso algunas cifras son tan pequeñas.
de medir nuestro tiempo,
pues mucho del mismo ni si quiera nosotros
recordaremos que existio.
La vida no se mide por las veces que respiramos,
sino por los momentos que te dejan sin aliento"
Hace mucho tiempo,
un viajero paró en un pequeño pueblo
de un país centroeuropeo.
Paseando por sus calles preguntó a varias personas
por algún lugar curioso o hermoso
que pudiera visitarse en la zona.
Todas le contestaron que no dejara de ir al cementerio.
El viajero se quedó un tanto asombrado,
pero antes de retomar su camino,
se acercó al camposanto,
un poco alejado de la población.
Cuando entró se sintió decepcionado.
Era un cementerio como cualquier otro,
lleno de lápidas y flores.
Pero caminando por sus estrechos paseos
comenzó a fijarse en las lápidas
y las fechas que había escritas en ellas.
Cuanto más miraba, más se asombraba.
En una ponía: 8 años , tres meses y un día.
En otra cinco años, diez meses y seis días.
Más allá las lápidas mostraban edades pequeñas,
algunas incluso anotaban las horas
y los minutos de vida del difunto.
Asombrado, fue a buscar al sepulturero,
que lo había estado observando desde que entró en el cementerio.
-Perdóne -le preguntó-
¿Cómo es que en este pueblo muere la gente tan joven?
Casi todos parecen niños.
¿Acaso entierran a los adultos en otro lugar?
-No -le respondío con una sonrisa el encargado
-Los números que usted ha leído no son los años de vida,
sino el tiempo de felicidad que ha vivido el difunto.
Ante la cara de estupor del viajero,
el sepulturero le explico que en aquel pueblo
todo el mundo tenía por costumbre anotar
en un cuaderno los momentos felices
que había vivido en su vida,
contando cuidadosamente minutos, horas, dias...
Al final de su vida se contabilizaba todo ese tiempo
y se escribía en su lápida.
Así, las personas eran recordadas por su capacidad de ser felices.
-Entonces, ¿las lápidas en las que apenas ponen algún día
o alguna hora son de gente que ha sido desgraciada toda su vida?
-¡Oh, no! Esas son las de los niños.
A ellos, desde que nacen,
sus padres les abren el cuaderno
y les van apuntando los momentos felices
hasta que ellos mismos son capaces de hacerlo.
Por eso algunas cifras son tan pequeñas.
pues en estos tiempos de "confinamiento" parece una reflexión esencial.
ResponderEliminarSiento tardar tanto en contestar a su comentario, hace años dejé este pequeño rinconcito algo olvidado... el confinamiento para bien o para mal nos enseñó mucho, la lástima es que mucho de lo que nos enseñó parece que se ha olvidado muy rápido, y volvimos con toda premura a vivir por inercia, quedando esa situación tan inusual en algo parecido a un "sueno" efímero
EliminarEs un cuento que te lleva a la introspección y reflexión sobre el sentido de la vida. Muy bueno.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, la idea de este blog un día fue esa, escribir y/o reunir cosas que nos hicieran reflexionar sobre cosas "importantes".
EliminarMUY BUENA REFLEXION
ResponderEliminarGracias :)
EliminarIncreible idea para ser más delices cada día.
ResponderEliminarPues sí aunque paradójicamente no estaríamos mas pendientes del reloj y del tiempo intentando controlar esos instantes de felicidad? Lo llamativo es que siempre que estamos muy felices el tiempo corre demasiado rápido, pues nos entregamos 100% a vivir el instante
EliminarMUY BUENA HISTORIA DE VIDA, QUIZAS LO PUDIERAMOS NOSOTROS RETOMAR.
ResponderEliminarSiempre es un buen momento para comenzar una buena costumbre. Y sería un gran acierto aprender a ser conscientes de la felicidad cuando ocurre y no cuando se marcha
EliminarHermoso y considero que todos deberiamos tener un cuaderno así, ya que en vida nos permtiria abrirlo en algún momento de tristeza y recordar esos momentos de felicidad,
ResponderEliminarSí sería una fantástica idea, pero es en los momentos felices cuando menos somos conscientes de ellos, y cuando nos vienen épocas difíciles echamos la vista atrás recordando esos momentos felices en los que el tiempo corre tan deprisa
EliminarACERTADA, SE FELIZ EN TODO MOMENTO
ResponderEliminarSería lo ideal, pero bien es cierto que la oscuridad nos ayuda a apreciar más la luz, también son necesarias las caídas que nos ayudan a encontrar la verdadera felicidad
EliminarMe encanto la historia del cementerio del tiempo, me invita a reflexionar sobre mi andar por la vida, sobre mi ser, sobre lo que hago y dejo de hacer, gracias por inspirarme, por darme un curso que realmente vale la pena.
ResponderEliminarGracias a ti por escribir un comentario en este blog en el que un día dejé de escribir... Quizás algún día encuentre ratitos en los que volver a escribir y reunir cositas interesantes, de esas que nos hacen parar unos segundos.
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