Un buen aprendiz,
intenta encontrar la lección
tanto en lo bueno,
como en lo malo de las prácticas...
Un buen maestro
no exigirá a nadie
que lleve un peso que él mismo no pueda soportar,
no mandara escalar una motaña
que cree imposible coronar,
no pedirá sacrificio
que imagine imposible de soportar...
Un buen maestro sonríe
cuando su alumno se abruma ante el peso,
se esfuerza,
lo levanta
y luego impulsa a su alumno a ser más fuerte.
Sonríe cuando su alumno
tartamudea al mencionar la cumbre inalcanzable,
la escala,
y cuando llega a lo alto
lo ánima a ser más perseverante.
Sonríe cuando su alumno
se deja embaucar por el miedo ante el sacrificio,
y sin más dilación envidia todos los logros de su maestro,
y le dice:
Alumno de la vida,
no envidies mis logros y victorias,
si no eres capaz de ver mis sacrificios...
y lo ánima a ser más conciente de sus metas
y sacrificarse por las mismas.
Quizás haya un maestro en cada uno de nosotros,
al igual y seguro que hay un alumno,
lo difícil en ocasiones,
es saber diferenciar y encontrar la paz,
para saber cuando somos alumnos,
y cuando maestros...
De momento,
una sonrisa bastará...
martes, 11 de octubre de 2011
El maestro y alumno
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