El niño tenía once años.
El niño era estudioso,
normal y cariñoso con sus padres.
Pero el niño le daba vueltas a algo en la cabeza.
Su padre trabajaba mucho,
estaba todo el día en sus negocios,
por lo que tenía un buen sueldo.
El hijo le admiraba muchísimo porque
"tenía un buen puesto y todos le respetaban"
Cierto día el niño esperó a su padre,
sin dormirse,
y cuando llegó a casa,
le llamó desde la cama:
El niño era estudioso,
normal y cariñoso con sus padres.
Pero el niño le daba vueltas a algo en la cabeza.
Su padre trabajaba mucho,
estaba todo el día en sus negocios,
por lo que tenía un buen sueldo.
El hijo le admiraba muchísimo porque
"tenía un buen puesto y todos le respetaban"
Cierto día el niño esperó a su padre,
sin dormirse,
y cuando llegó a casa,
le llamó desde la cama:
- – Papá –le dijo-
¿cuánto ganas cada hora?
– Hijo, no sé, bastante.
Pon, si quieres, dos mil pesetas. ¿Por qué?
– Quería saberlo.
– Bueno, duerme.
Al día siguiente,
el niño comenzó a pedir dinero a su mamá,
a sus tíos,
a sus abuelos.
En una semana tenía mil quinientas pesetas.
Otro día,
al volver el padre del trabajo por la noche,
el niño le volvió a llamar:
- – Papá, dame quinientas pesetas
que me hacen falta para una cosa muy importante...
– ¿Muy importante, muy importante?
Tómalas y duermete que no son horas.
– No, papá, espera.
Mira, tengo dos mil pesetas, tómalas.
¡Te compro una hora!
Tengo ganas de estar contigo
de hablar contigo,
a veces me siento muy solo,
tengo envidia de otros chicos que hablan con su padre
y pasan tiempo con el...
El padre le abrazó,
a la vez que una lágrima le caía...
Puede que en ocasiones nos centremos tanto
en los objetivos materiales, y superficiales,
que olvidamos lo mas importante en la vida,
las personas...
a la vez que una lágrima le caía...
Puede que en ocasiones nos centremos tanto
en los objetivos materiales, y superficiales,
que olvidamos lo mas importante en la vida,
las personas...
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